Un hecho. Dos planos, en paralelo,
avanzaban y se instalaban.
En el plano más alto, en el de mayor
humanidad, encontré: Dignidad, Trabajo, Cooperación, Compromiso, Participación,
Horizontalidad, Juventud, Compañeros, Organización popular, Resistencias,
palabras todas ellas que encarnaron que le dieron cuerpo dos jóvenes
protagonistas de ese hecho. Maxi y Darío.
El otro plano, el putrefacto, encontré: La
crisis causó dos nuevas muertes, La gente no quiere más violencia, Hartos de
los piqueteros violentos, Otra vez los incivilizados cortaron las rutas y
puentes, Conflicto interno entre piqueteros, los de pañuelos a cuadros son
violentos, un ministro ,entre tantos y hoy vigente, diciendo en conferencia de
prensa que fue una lucha armada entre organizaciones piqueteras, la cana
festejaba mientras los familiares lloraban, más de 2000 efectivos de infantería
en el puente, horror, oscuridad, asco, impotencia. Encarnado en políticos, el
poder, policías, periodistas y más.
Un hecho. Dos muertes significativas. De
la sangre caída, dos vidas. Vida.
Apelando al amor, yendo a buscar a otro
que solían decir que estaba guiado por grandes sentimientos de amor, enfatizaba
en el Amor a la Humanidad, a la Verdad y a la Justicia. En sus ojos, veo los
suyos y de otros tantos. Veo su pedagogía del ejemplo, en ser consecuente sin
que sea una postura, en ser el primero en enseñar con el cuerpo y no solo con
las palabras. Apelando al amor, también, recuerdo a otra Gran Madre que decía
que no había que esperar para crear al Hombre Nuevo o la Mujer Nueva en el
futuro. Sino que están en el aquí y ahora, en el presente diseminados llevando
a cabo, lo que Darío decía “la revolución subterránea”.
Luchadores sociales anónimos, no tan
anónimos para los barrios que junto con ellos emponderaban la palabra
organizar. Muchos Daríos y Maxi peleaban contra el gigante de pies de barro,
otros lo llamaban Neoliberalismo. Resistían sus embates con su rebeldía y sus
deseos de poner patas para arriba una realidad plagada de injusticias y dolor.
Ellos hicieron carne ese dolor, sintieron y luego, accionaron.
Con sus miradas llenas de indignación,
aguerridas pero también llenas de dulzura, entendieron que había otras
alternativas a ese único camino posible. Siendo jóvenes, sintieron que se podía
construir una Patria Grande, y eso implicaba, algo nada fácil, entrega y
compromiso por ese Amor a la Humanidad.
Como decía otro Gran Escritor, yo tuve un
hermano, no lo conocí pero eso no importaba. Yo tampoco los conocí en lo
inmediato, con el tiempo y al comprender de que se trataba todo esto, los
sentí. Hoy entiendo que somos compañeros. Por eso duele ver cómo sus asesinos
están incólumes, hablando sandeces, presentándose en alguna mediocre lista como
candidatos u ocupando alguna mugrienta banca. Duele el olvido y la desmemoria
intencionada. Duele.
Apelando a la vida, sé que sembraron
rebeldía por otros territorios, que están tejiendo cambios a cada vuelta de
esquina, que miran con sus ojos a otros, que intentan con su mano, pedir piedad
por otro compañero caído, que saben que el cambio está en construir y crear en
lo cotidiano, en fantasear utopías y consolidar los compromisos cada día.
Cuando me topé con su mayor enseñanza, esto
de Justicia, Igualdad y Dignidad, aún era mucho más inconsistente
políticamente, esa tríada la miraba con respeto, midiéndolas. Hoy las llevo
conmigo, las levanto, aún las miro con respeto pero las siento sembradas en mí.
Como la mano de Darío, símbolo de mayor amor y dignidad, pidiendo que no sigan
tirando ya que Maxi estaba caído.
Es cuestión de que todos esos Hombres y
Mujeres Nuevas se encuentren, se dejen llevar por la pulsión de la vida,
mientras tanto, sin dudas que la revolución subterránea sigue caminando, como
caminamos nosotros, aprendiendo sus pasos y haciendo otros nuevos, en el mientras
tanto seguimos creando, estando seguros de que, como dijo otro Viejo Hermoso,
como ellos existen millones y millones
de personas en las masas.
Darío Santillán y Maxi Kosteki,
¡Hasta la Victoria, compañeros!
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